En la orilla nororiental de San Francisco se encuentra Embarcadero, una arteria que comunica varias instalaciones portuarias de la ciudad. Entre todas ellas destaca el Ferry Building que, como su nombre indica, es una terminal de ferris de la bahía de San Francisco. Es el lugar al que tendrás que acudir si quieres tomar un ferri hacia otras ciudades de la bahía (Sausalito, Oakland o Tiburón, por ejemplo) o como punto de partida para una pequeña travesía marítima. Pero Ferry Building es mucho más que un lugar de paso.
Se construyó en 1898 y fue, durante mucho tiempo, el mayor proyecto arquitectónico de la ciudad. Los 200 metros de largo de la nave central nos indican la importancia que tenía San Francisco a finales del siglo XIX y nos hacen pensar en la gran cantidad de embarcaciones que transitaban la bahía o tuvieron a esta ciudad como destino preferente del tráfico marítimo internacional. Pero que fuera un edificio utilitario, de uso industrial y comercial, no implicaba que fuera diseñado con poco interés. Al contrario, esta terminal se edificó según el estilo clásico academicista francés, o beaux arts, lo que confiere al puerto sanfranciscano un carácter muy europeo. Todavía más si nos fijamos en la torre del reloj, de 75 metros de altura, inspirada directamente en la Giralda de la catedral de Sevilla. Elegancia, estilo y utilidad, todo en uno.
La construcción de los puentes sobre la bahía, a mediados del siglo XX, disminuyó radicalmente la cantidad de ferris en tránsito, lo que redujo la importancia del Ferry Building. El espacio desaprovechado fue ocupado entonces por oficinas y puestos comerciales, usos que permanecen todavía. Hoy también es un lugar realmente atractivo para pasear, tanto por dentro como por sus alrededores. De hecho, se ha convertido en la sede del llamado Ferry Building Marketplace, un mercado gastronómico enfocado en los productos locales y ecológicos que se disponen en más de cien mostradores.
Allí podrás comprar alimentos de alta calidad en tiendas, pero también es un espacio perfecto para comer, ya que hay puestos de comida y food tracks con múltiples opciones gastronómicas. Un bonito y agradable paseo para estimular la vista, el olfato y el paladar. Para los turistas más foodies, esos que están deseando saber qué es lo que se cuece en la cultura gastronómica, esta es una visita indispensable.
Déjanos tus comentarios